Artemisia ludoviciana ssp. mexicana
La Artemisia ludoviciana Nutt. ssp. mexicana (Willd. Ex Spreng.) D.D. Keck (conocida comúnmente como ajenjo mexicano y artemisa occidental) se encuentra en todo el suroeste de Estados Unidos, además de en las zonas secas y cálidas de México.
En la monumental Encyclopedia of Psychoactive Plants: Ethnopharmacology and Its Applications, Christian Rätsch describe la artemisa de las praderas norteamericanas, Artemisia mexicana, como el «incienso ritual más importante de los indios de las llanuras», para quienes el humo fragante que se eleva «une a Maká, la Madre Tierra, con Wakan Tanka, el Gran Espíritu, que está activo en todas las criaturas». Los aztecas también utilizaban la planta con este fin ceremonial en la época precolombina y se menciona en el Códice Florentino como asociada a la diosa azteca de la sal y los salineros Uixtociuatl, cuyo bastón en las danzas rituales está adornado con hojas de ajenjo. Los participantes están unidos por una cuerda de flores y llevan flores de ajenjo en el pelo. Esta planta también se considera sagrada para Tláloc, el dios de la lluvia.
En Pharmacotheon, Jonathan Ott resume las investigaciones que demuestran el uso de diferentes especies de Artemisia como analgésicos y estimulantes tradicionales por parte de los Zuni, los Cheyenne y los Potowatomi. Ott también afirma que «los antiguos aztecas utilizaban la Artemisia mexicana como embriagante, bajo el nombre de itzauhyatl» y cita fuentes que relacionan esta planta con los sacramentos peyótl y ololiuhqui. El estafiate, nombre en español de A. ludoviciana subsp. mexicana, es un etnomedicamento de uso corriente entre los mexicanos urbanos y los tarahumaras.
Por su parte, los autores de Plants of the Gods documentan la presencia de un manojo de artemisa (Artemisia) con fines de purificación entre los implementos rituales esenciales del roadman para llevar a cabo las ceremonias del peyote en la Iglesia Nativa Americana.
Estudios científicos dirigidos por Gerardo D. Anaya-Eugenio indican que «las preparaciones de Artemisia ludoviciana mostraron efectos hipoglucémicos y antihiperglucémicos, lo que podría explicar su eficacia para tratar la diabetes en el México contemporáneo». Investigaciones posteriores dirigidas por Anaya-Eugenio en relación con el uso generalizado de esta planta como remedio popular en México confirman que «los aceites esenciales de una amplia gama de especies de Artemisia se han empleado en gran medida por sus supuestas propiedades antiinfecciosas, analgésicas, antipalúdicas, anticancerígenas y antiinflamatorias». Basándose en los experimentos realizados, el artículo concluye: «Se demostraron los efectos antinociceptivos neurogénicos y periféricos del aceite esencial de la planta; dado que estos efectos fueron parcialmente bloqueados por la naloxona, se propuso un mecanismo de acción opioide».
Un equipo de investigadores de México dirigido por Juan Francisco Palacios-Espinosa realizó un estudio en 2021 sobre la Artemisia ludoviciana subsp. mexicana que «valida los métodos tradicionales de consumo» de la planta por sus «actividades gastroprotectoras y antiinflamatorias». Los científicos califican su trabajo sobre la A. ludoviciana como fuente de antibióticos contra la H. pylori como una «notable contribución al conocimiento etnofarmacológico de esta especie».
José Luis Gálvez Romero dirigió un grupo de científicos que publicó un estudio en 2022, confirmando la actividad antimicobacteriana de la A. ludoviciana y sugiriendo que los extractos de etanol de la planta «podrían utilizarse potencialmente para complementar el tratamiento de la tuberculosis».