Latua pubiflora
Olivos Herreros llama al Latúe, quizás la más rara de todas las plantas psicoactivas, «el alucinógeno clásico de la etnología mapuche». Un investigador tradujo el nombre de la planta como «Tierra de los muertos», quizá en referencia a la región aislada de la costa montañosa del sur de Chile (desde Valdivia hasta Chiloé), que es su único hábitat y de la que se dice que es el lugar donde los muertos parten hacia el oeste con la puesta de sol para la próxima vida. Es posible observar esta planta espinosa, de la familia de las solanáceas, en el Parque Oncol, cerca de Valdivia, en el camino entre La Unión y Hueicolla, y en la Cordillera Pelada, cerca de Osorno. Según Rätsch, «para los chamanes mapuches, el latúe es el incienso más importante para disipar los malos espíritus, el mal humor, las preocupaciones y el dolor». También dice que los huilliches «todavía veneran la planta como un árbol chamánico, ya que aporta poder, conocimiento y realización; ofrece protección mágica y puede curar». El latúe también puede «causar delirios severos, y alucinaciones visuales» cuyos efectos posteriores pueden persistir durante semanas. La investigación científica ha establecido que los principales alcaloides de L. pubiflora responsables de sus efectos sedantes y alucinatorios son la atropina y la escopalomina. Según Sánchez-Montoya et al, «L. pubiflora es efectivamente utilizada por los curanderos mapuches para inducir la sedación, para alcanzar un estado de trance o una experiencia mística y también como piscicida». Para el sacerdote capuchino y misionero Wilhelm de Mösbach, el latúe es un «arbolito siniestro» y una de las «plantas más tóxicas de Chile» que «acaba con la resistencia de las intenciones retorcidas». La planta se utiliza en la medicina tradicional para aliviar los calambres y el reumatismo.