Banisteriopsis caapi, Psychotria spp. and Diplopterys cabrerana (consultar también Yagé abajo)
Luis Eduardo Luna y yo nos reunimos en Palenque en 1996 en un encuentro patrocinado por el Cuerpo de Preservación Botánica y comenzamos la planificación estructural de lo que se convertiría en el volumen de casi 500 páginas Ayahuasca Reader: Encounters with the Amazon’s Sacred Vine, publicado por primera vez por Synergetic Press en 2000 y con una segunda edición revisada en 2016. Desde el principio, nuestra máxima prioridad como coeditores fue poner de relieve lo que podría denominarse un paradigma de investigación indígena. Ayahuasca Reader, al igual que Microcosmos, es un homenaje a los amerindios receptores, guardianes y perpetuadores de vidas vegetales particulares que son regalos de los dioses. Por este motivo, la primera de las cinco secciones de la antología se titula «Mitos y testimonios del ayahuasca» y recoge narraciones vegetales relacionadas con la Banisteriopsis caapi, la Diplopterys spp. y la Psychotria spp., las plantas más comúnmente combinadas para elaborar una bebida visionaria para la curación, la adivinación y la cohesión social en general entre numerosos grupos indígenas de la cuenca amazónica. A veces, como en el caso de Gerardo Reichel-Dolmatoff, los relatos nos llegan a partir de metodologías antropológicas de la vieja escuela, ahora cuestionables, que utilizan informantes anónimos para redactar recreaciones parafraseadas. En otros casos, los etnógrafos proporcionan más información y, con razón, facilitan los nombres de los guardianes indígenas de los relatos chamánicos como Ricardo Yaiguaje (Siona), Milton Maia y María Domingo (Cashinahua/Huni Kuin), Mengatue Baihua y Huepe Orengo Coba (Huaorani), Alberto Prohaño (Yagua), Hilario Peña (Inga) y, por último, Fernando Payaguaje (Secoya/Siekopai), el extraordinario bebedor de yagé, cuyo extenso e inestimable testimonio en primera persona fue conservado en la lengua materna de Payaguaje, Pai-Coca, por los nietos del anciano curandero, y luego traducido al español. Uno espera que estas voces (grabadas como entrevistas, transcritas, editadas, traducidas e incluso traducidas luego de nuevo a una tercera lengua) se recojan de forma ética y equitativa. Uno aprecia profundamente estas palabras, aun reconociendo que siempre se produce un complejo proceso de mediación en el que intervienen familiares cercanos que luchan contra el olvido en el inexorable flujo del tiempo o un antropólogo extranjero, quizá un estudiante de posgrado que espera terminar una tesis o alguien como Bruce Albert, que colaboró con el curandero y activista Davi Kopenawa durante décadas para crear The Falling Sky: Words of a Yanomami Shaman (El cielo que cae: palabras de un chamán yanomami). A pesar de estos filtros, las plantas son capaces de darse a conocer. La conciencia de los inevitables procesos mediadores también hace que uno aprecie personalmente el contacto menos mediado, en mi caso una larga conversación directa con el muy respetado onanya (médico visionario shipibo) Don Benito Arévalo en Pucallpa, Perú, en junio de 2000. Fue un verdadero privilegio hablar con él sobre estas plantas curativas y luego verle o, mejor dicho, oírle trabajar durante toda la noche mientras trataba a pacientes locales (ninguno de los cuales bebía ayahuasca) de una gran variedad de males. En este contexto shipibo, era el médico, no el paciente, quien bebía ayahuasca para diagnosticar y curar enfermedades difíciles y persistentes.
Los libros enormemente perspicaces de Pedro Favaron Las visiones y los mundos: sendas visionarias de la Amazonía Occidental y La senda del corazón: sabiduría de los pueblos indígenas de Norteamérica (que se desarrolla principalmente en Canadá y en el norte del estado de Nueva York, en el valle del río San Lorenzo, donde yo vivo) son viajes hacia el conocimiento tradicional indígena. Favaron (un mestizo peruano de ascendencia italiana de Lima) está casado con la talentosa artista shipiba Chonon Bensho de Santa Clara de Yarinacocha, Perú, y, a través de la familia de ella, que ahora también es la suya, es capaz de describir linajes de curanderos legendarios (como su abuelo Ranin Bima) y su relación con la medicina vegetal, las narraciones ancestrales y las canciones entablando un diálogo con otros miembros de su familia (especialmente su suegro Menin Bari y su tío Kene Jisman) durante los largos periodos de tiempo que constituyen vidas de responsabilidades compartidas y conocimientos acumulados.
Los médicos visionarios de la nación shipiba, según Favaron, se someten a arduas iniciaciones que les permiten establecer relaciones con los ibos, o Dueños de las plantas medicinales llamadas rao en lengua shipiba. Además, existe una nación espiritual llamada los Chaikonibo, dice Favaron, que son los guardianes de toda la sabiduría ancestral y que mantienen conexiones con algunos médicos visionarios a través de la formación y las restricciones de las dietas con las plantas apropiadas que llevan a cabo los curanderos shipibos. Y volviendo a la idea sobre la importancia de los lazos familiares, Favaron sostiene que «un médico legítimo cuenta con esposas espirituales Chaikonibo; gracias a estos matrimonios, es parte de una familia espiritual».
En general, Favaron tiene una visión muy negativa del explosivo aumento del uso globalizado no indígena de la ayahuasca en las últimas décadas. Como él dice, «la medicina visionaria de la Amazonía occidental se ha vuelto el nuevo territorio espiritual que la mentalidad moderna quiere profanar y mercantilizar». Lamenta la confusión y la falta de respeto que percibe en relación con la ayahuasca, y reconoce que «algunos indígenas, con poca preparación, se hacen llamar maestros sólo por negocio». «Los antiguos médicos shipibos», continúa Favaron, «no solían dar ayawaska a sus pacientes; ellos lo tomaban para conectarse con los mundos espirituales, y curaban a los enfermos con la fuerza de sus cantos y usando otras plantas medicinales».
Alex K. Gearin, autor de Global Ayahuasca: Wondrous Visions and Modern Worlds (2024), analiza el floreciente uso de la ayahuasca en varios contextos, incluido el de los extranjeros no indígenas que llegan en masa a la Amazonia peruana para realizar retiros espirituales con curanderos shipibos, contratados para prestar estos servicios en empresas propiedad de extranjeros. Los huéspedes, llamados pasajeros por sus anfitriones, escribe Guerin, «venían a curarse a sí mismos, a aprender sobre su propio interior espiritual y a trascender los problemas ‘modernos’ con chamanes considerados relativamente incorruptos por los males de la civilización.» Estos centros, sin embargo, se basan en lo que Gearin denomina «una doble dislocación»: «Los curanderos indígenas están dislocados del lugar, el contexto y el orden moral de sus prácticas chamánicas locales existentes, y los turistas de ayahuasca están dislocados de sus tierras natales y de las realidades culturales ordinarias cuando se embarcan en peregrinaciones a la selva amazónica». Aun así, en última instancia, afirma Gearin, «la ayahuasca ha atraído a personas de rincones distantes del planeta precisamente por sus capacidades ontológicas adaptativas.» Su estudio también documenta el consumo de ayahuasca en Australia, (donde los facilitadores australianos guían a los bebedores de ayahuasca que «pretenden curar la angustia y la enfermedad mediante la ingesta de un antídoto natural del que a veces se dice que cura el trauma de la propia sociedad») y, sí, lo crea o no, en China continental (donde los usuarios suelen ser jóvenes y adinerados empresarios chinos y directivos de empresas «en busca de bienestar holístico, autocultivo y una ventaja competitiva en entornos capitalistas»). Durante sus investigaciones y entrevistas en China, lo que impresionó a Gearin, que enseña en la Unidad de Ética Médica y Humanidades de la Universidad de Hong Kong, fue el «ethos utilitario de la ayahuasca» y «la higienización de la ayahuasca en un marco secular». En China, escribe Gearin, las plantas psicoactivas se han «convertido en una tecnología visionaria empleada para hacer avanzar la vida empresarial». Sin duda, algún iniciado publicará pronto un libro sobre la prevalencia del consumo de ayahuasca en la industria cinematográfica de Hollywood, la creación de la Inteligencia Artificial y el capitalismo de riesgo en Silicon Valley. ¿Y qué pasa con Elon Musk? ¡Bienvenido al mundo contemporáneo de la ayahuasca global!
Volviendo a las plantas de esta parte del Índice de Plantas de Microcosmos, cuando B. caapi se prepara con D. cabrerana, la bebida se conoce como yagé (también escrito yajé). Cuando los tallos y troncos triturados de B. caapi, que contienen β-carbolinas (un inhibidor de la MAO), se hierven en agua con las hojas de P. viridis, una fuente de Dimetiltriptamina (DMT), la bebida sacramental resultante se llama ayahuasca, una palabra quechua compuesta (aya/huasca) que significa Liana del Espíritu en referencia a una comunidad «orgánica» interconectada de amados ancestros.
El asombroso crecimiento del interés mundial por el ayahuasca se ha convertido en un tema recurrente en los principales medios de comunicación y en publicaciones destacadas como el bestseller de David Wallace-Wells The Uninhabitable Earth: Life After Warming (2019), en el que el autor describe un floreciente movimiento de bienestar, diciendo: «Lo que se ha llamado la «nueva Nueva Era» surge de una intuición similar: que la meditación, los viajes de ayahuasca, los cristales y el Burning Man y las microdosis de LSD son todos caminos hacia un mundo que se presenta como más puro, más limpio, más sostenible y quizás, sobre todo, más completo. Es probable que este ámbito de pureza se amplíe, tal vez de forma dramática, a medida que el clima siga avanzando hacia una degradación visible…»
Investigadores como Luis Eduardo Luna y Dennis J. McKenna, que llevan décadas escribiendo sobre este fenómeno que se ha denominado un Renacimiento Arcaico, destacan las perspectivas ecológicas transformadoras que experimentan muchas personas, ¡y no siempre son bonitas! Luna describe cómo el ayahuasca puede «aumentar la conciencia corporal y mental de los peligros actuales de la destrucción del medio ambiente, el desastre nuclear y la agitación social». McKenna propone el ayahuasca como maestra, una «embajadora de la comunidad de especies» y, sobre todo, «una influencia catalizadora en el cambio de la conciencia medioambiental global».
En este sentido, el ayahuasca podría propiciar una comprensión visceral, indeleble y apasionada del término «biofilia», un amor a la vida que vale la pena defender contra sus poderosos enemigos.
Además, como señala Dale Millard, las propiedades curativas de la harmina en el ayahuasca son de máxima consideración. El resumen de la investigación de Millard demuestra su «amplia variedad de actividad terapéutica que induce efectos antimicrobianos, antidiabéticos, anticancerígenos, antidepresivos, antiparasitarios, propiedades de unión al ADN, osteogénicos, condrogénicos y neuroprotectores, entre otros. La harmina es, con mucho, el componente más abundante de la medicina ayahuasca. Su presencia en cantidades farmacológicamente activas puede, por tanto, proporcionar una justificación para su contribución en la amplia aplicación del ayahuasca en la medicina tradicional y su reputación general para el tratamiento de una amplia gama de enfermedades y dolencias».
P. viridis es la especie de Psychotria preferida para la mezcla de ayahuasca, aunque hay pruebas de que la especie estrechamente relacionada Psychotria carthagenensis también se utiliza, especialmente por los formidables chamanes lamistas del Perú, según la antropóloga médica de la Universidad de Cambridge Françoise Barbira Freedman en su estudio «Shamanic Plants and Gender in the Healing Forest». Barbira Freedman afirma que «la adquisición de conocimientos chamánicos sobre las plantas implica la comprensión de las relaciones dinámicas entre las especies de género y la ingeniería del equilibrio entre ellas». Continúa explicando que hay árboles andróginos, así como algunas plantas que no tienen género: «Por ejemplo, las diversas plantas que se etiquetan como ayahuasca (diversas variedades de Banisteriopsis y Brugmansia) están emparejadas con plantas que activan la cualidad visionaria de los brebajes. Estas plantas se denominan genéricamente chacruna; las especies más utilizadas son dos arbustos (Psychotria viridis y Psychotria carthagenensis) y una liana escandente (Diplopterys cabrerana)». Es interesante señalar que, etimológicamente, la palabra chacruna procede del verbo quechua chakruy, que significa mezclar. En esta importante región de tradiciones chamánicas, la chacruna no se asocia únicamente con P. viridis (como ocurre en otros lugares), sino que tiene un uso genérico y se refiere a una serie de plantas que se agregan al ayahuasca. A pesar de ciertas controversias sobre el contenido real de alcaloides de P. carthagenensis en el contexto de las pruebas de laboratorio fitoquímicas (Ver Leal y Elisabetsky (1996) y McKenna, et al. (1998)), el uso ritual amerindio de esta especie de Psychotria está bien documentado. Por esta razón, nos complace incluir la Psychotria carthagenensis entre las plantas sagradas de Microcosmos.