Roberto Forns-Broggi
No es tan fácil coger la onda natural y considerarla arte porque todavía pesa medir todo por la vara de las realidades humanas acostumbradas a normas y sentidos familiares. Pero ¿qué nos puede regalar esta sed de vida, de florecimiento, de tiempo de lo distinto que nutre un proyecto como Microcosmos? La convergencia entre arte y ciencia para ver lo que no podemos ver a simple vista y descubrir en las formas diminutas de los seres vegetales la grandeza del diseño. La introducción de Steven White sobre el arte vegetal, experiencia visionaria y ecoactivismo es una invitación oportuna si pensamos en el tipo de época que nos envuelve con distracciones y adicciones que nos alejan de las cosas más importantes, fuentes del verdadero bienestar. Y merece una genuina admiración este llamado a ser como las plantas desde nuestras moléculas que mantienen una continua y precisa atención al entorno cambiante del día. Tal vez nos ponga a pensar que somos hechos planta, a pensar con las plantas, con las que estamos hechos (o deberíamos estar) en una relación productiva y comunicativa. Al menos eso intenta provocar este catálogo visual y cultural de plantas sagradas; un repertorio de formas naturales que se sitúan en el extremo diminuto que se corresponden y se hacen eco; un inventario que emula el apego de los pueblos originarios hacia las plantas como un camino olvidado que deberíamos recuperar y cultivar para compartir y crecer las muchas maneras en que nuestras vidas se constituyen vegetalmente. Hacia el amor por la vida en esta era biopolítica, acuden estas plantas sagradas, estos mundos orgánicos, microscópicos y generosos a invitarnos a vegetar, o sea a pensar como plantas que somos. A frenar la adicción colectiva a la velocidad y a la torpe y pobre selección de posibilidades de ser. Lo que nos ofrecen estas microescalas es una oportunidad para repensar el uso de los sentidos y las categorías familiares de belleza y humanidad, reemplazando los malos hábitos de desatención por nuevas vigilancias. De las imágenes que nos da la ciencia sacamos colores, ritmos, simetrías, resonancias en la que la cercanía del microcosmos se hace extraña y gozo. Un inicial convite para el que vea lo que no puede ver el ojo siga buscando efectos de empatía, de armonía, de renovadas puestas en valor verdaderamente sustentable, de admiración por las fuentes naturales en una nueva luz.
Roberto Forns-Broggi, profesor de español en MSU Denver. Escritor que explora en su obra el potencial de la escritura y el cine medioambientales en América Latina.