Heimia spp.

Aunque existen docenas de nombres para la Heimia salicifolia que atraviesan las fronteras nacionales desde México hasta Brasil, así como fronteras lingüísticas que indican el conocimiento tradicional de las plantas medicinales entre una diversa gama de grupos indígenas, no se conoce ningún uso ritual prehispánico de esta planta. La Heimia se utiliza ampliamente como medicina popular (a menudo junto con otras plantas) para fines etnoginecológicos como la infertilidad, las inflamaciones ováricas y las dolencias uterinas.


El informe más antiguo de la Heimia, también conocida como Sinicuiche, como planta psicoactiva es de la tesis de Juan B. Calderón «Estudio sobre el arbusto llamado sinicuiche» en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1886. El estudio consta de sólo 27 páginas y se realizó como requisito para que el autor recibiera su título universitario de farmacéutico. Calderón esperaba corroborar los informes sobre efectos ópticos, como la visión amarilla, y fenómenos acústicos tras ingerir infusiones hechas con las hojas del Sinicuiche. La curiosidad científica del joven estudiante del siglo XIX basada en su experiencia directa con cantidades variables y precisas de preparados de plantas autoadministrados tiene un parecido con el trabajo de los psiconautas contemporáneos que está disponible en línea en las Bóvedas de Experiencias de Erowid, donde se pueden leer docenas de bien intencionados «informes de viaje» por la Heimia salicifolia realizados a lo largo de más de dos décadas. Aunque Calderón no pudo sentir él mismo las propiedades psicoactivas del Sinicuiche, sí parece haber tenido éxito, como dice Christian Rätsch, en producir «un campo morfogenético que todavía se ejerce y continúa desarrollándose hoy en día». Las experiencias de Erowid van desde un grave malestar físico («Esto es veneno. No lo tome!» a un estado sublime y eufórico, aunque de corta duración («Todo estaba bañado por un sol suave y maravilloso […] ¡Una experiencia verdaderamente enteogénica!».  Victor A. Reko, en revistas médicas de los años 20 y 30 del siglo anterior, se refiere a «una bebida mágica que provoca el olvido», aunque no está claro en qué se basa exactamente esta conclusión. Los investigadores académicos profesionales Marvin H. Malone y Ana Rother, en su revisión fitoquímica y farmacológica de la Heimia publicada en 1994, también realizaron autoexperimentos y no pudieron encontrar pruebas de las supuestas propiedades psicoactivas de la planta. Del mismo modo, lo mejor que pudo hacer Jonathan Ott en Pharmacotheon basándose en su propia experiencia personal es poner a la Heimia en una lista de «Dudosos Enteógenos». Uno podría preguntarse: ¿es sólo una determinada variedad de la planta la que produce cualidades visionarias, la frescura de las hojas, la cantidad consumida, el método de preparación de una infusión que podría requerir fermentación? La intuición nos lleva de vuelta a Calderón a finales del siglo XIX y a la probabilidad de que hubiera alguna causa para su investigación inicial sobre el sinicuiche, también conocido como «abridor del sol».  Aún así, también está la cuestión pendiente de la inconsistente reproducibilidad de la experiencia enteogénica ofrecida por esta enigmática planta que parece haberse convertido en depositaria de los deseos del pensamiento humano.

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